De epidemias y plagas, reflexiones sobre el covid



Todos recordamos de nuestras lecturas de pequeños la maldición que se extendió sobre Egipto cuando el  faraón se negó a dejar salir a los judíos hacia la “Tierra Prometida” La historia se cuenta en el Éxodo y sabemos que fueron diez terribles plagas que al final doblegaron la resistencia del Faraón. 

A lo largo de la historia de la humanidad hay documentadas infinidad de plagas algunas con un efecto devastador y generalizado. Otras localizadas en áreas concretas. 

Desde diciembre de 2019 vivimos bajo la amenaza del Covid 19 y ya se calculan por centenas de miles los muertos ocasionados por este microorganismo y por millones el número de infectados. Nadie se atreve  a pronosticar el fin de la pandemia y si se encontrará un remedio efectivo pronto. Mi generación y los más jóvenes  nunca vivimos  nada semejante. 


El virus está provocando cambios en nuestra forma de relacionarnos, en nuestro trabajo, en nuestra vida cotidiana. Y como resulta inevitable también la economía se resiente. 

El confinamiento ha obligado a cerrar bares, comercios, hoteles, fábricas, empresas. Muchas personas han perdido su empleo y están consumiendo sus ahorros o recibiendo un subsidio. A otros les cogió con el pie cambiado y se encuentran en precario o con escasos recursos. Aquellos pocos que todavía conservan su empleo o tienen un posición más desahogada tienen miedo y contemplan el futuro con recelo.  El temor a encontrarnos en el comienzo de una segunda ola o que pueda venir hasta una tercera se cierne como una amenaza real y posible. 

Esto no es una guerra aunque hay miles de bajas, muertos y enfermos. Los edificios están todavía en pie. No hay que reconstruir puentes o carreteras. La cadena de suministros se mantiene engrasada y operativa. Los campos se siguen trabajando y recogiendo las cosechas. Pero algunos están perdiendo la confianza y esto crea inseguridad recelo y ausencia de consumo. Lo hábitos de vida se han modificado creando una especie de efecto dominó. Si los pequeños negocios cierran no solo se resiente el empleo, se dejan de recaudar impuestos, pagos a la seguridad social y múltiples locales quedan vacíos.  Sus propietarios pierden rentas y también capacidad de consumo. 

Todo esto no hace mas que amplificar el efecto destructivo de la “hibernación” de la economía.

El propósito de mi artículo es recordar como a lo largo de la historia las pandemias han afectado a las personas, a  la sociedad y a la economía y que podemos hacer para enfrentarnos a esta nueva “peste”. A lo largo de los siglos cada sociedad tuvo que utilizar las herramientas de las que disponía en su tiempo y afrontó estos retos de distinta forma porque sin duda sus circunstancias eran singulares. Hoy tenemos muchas ventajas con respecto al Egipto de los faraones, a la Roma de los antoninos o la peste de 1347. 


Pero retrocedamos en el tiempo y recordemos que pasó allá por el año 165 de nuestra era en la Roma clásica. Por aquel entonces el imperio Romano dominaba una extensión que abarcaba Hispania, la Galia, parte de Britania y el sur de Germania, Egipto, Armenia, Israel, el norte de África. Existía una buena red de comunicaciones, una lengua común, una moneda común y una seguridad jurídica. El imperio gozaba de una economía próspera y una situación sanitaria buena para su época. Todo cambió sin embargo a partir de aquel año maldito. 

No está muy claro si fue una pandemia de viruela o de tifus pues la descripción de los síntomas que realizó Galeno, afamado médico de la época,  habla tanto de úlceras en la piel como de diarrea y fiebre elevada. Sabemos que alcanzó todo el imperio y se prolongó hasta el año 192 con diferente oleadas de intensidad variable y con periodos de actividad leve o moderada. Las consecuencias para el imperio y su administración fueron terribles pues la actividad económica se enlenteció y se produjo una falta de mano de obra que los cultivos se perdían y el ejército era incapaz de captar nuevos soldados. Esta contingencia sanitaria tan devastadora era desconocida por completo a lo largo de la prolongada existencia del imperio romano. 

Se calcula que la pandemia  pudo haber causado de tres a cinco millones de muertes. En algún texto clásico se habla de que sólo en Roma, en el momento álgido de la epidemia, se producían 2.000 defunciones al día. 

Siglos más tarde durante  la administración de Justiniano pero en esta ocasión en la parte oriental del Imperio se produciría una gran pandemia de peste.  La parte occidental se había fragmentado en pequeños estados o naciones a partir del siglo V. En esta ocasión fue una bacteria la causante la Yersinia Pestis  y la epidemia presentó varios episodios en diferentes años. Al igual que la peste antonina provocó una gran conmoción económica y política. También esta peste Justiniana tuvo varios episodios o brotes y abarcó un periodo de cerca de diez años. 



La siguiente pandemia de la que nos ocuparemos surgió en el año 1347 de nuestra era. 

Durante la baja Edad Media, después de la caída del imperio occidental y su fragmentación en pequeños estados y naciones Europa sufre un colapso económico y cultural.  Este colapso está provocado por una interrupción de las comunicaciones, la pérdida de una moneda única como instrumento de cambio, el surgimiento de las lenguas romances y la interrupción en el flujo de mercancías y capitales. 

Sin embargo se produjo un fenómeno climatológico conocido como el “óptimo medieval”. El clima se dulcificó permitiendo el cultivo de determinadas especies en zonas frías que trajo, avanzado los años,  un importante crecimiento demográfico que se extiende hasta finales del siglo XIII.

Alguien que hubiera nacido en el año 1300 y sobrevivido a la “gran hambruna” de 1315 pensaría que era afortunado pero desconocía que años mas tarde en 1347 sacudiría Europa la peor epidemia de peste de todos los tiempos que causaría millones de muertos. Los optimistas hablan de 25 millones y los más pesimistas  de 200. Sin embargo hay que tener presente que la población europea por aquella época alcanzaría unos 80 millones de personas por lo que esta última estimación parece exagerada.

Y muchos años más tarde llegó la gripe española de 1918 de la que ya se ha comentado en muchos medios y que tiene muchas semejanzas con la actual provocada por el Covid 19. Entre la peste de 1347 y la gripe española se provocaron rebrotes de peste, epidemias de viruela, tifus, sarampión.

Pero en el siglo XVII en personaje llamado Leeuwenhoek con un microscopio observó unos diminutos microorganismo y 200 años más tarde Pasteur promulgó su teoría microbiana. 

Entender el porqué de las cosas es el primer paso para encontrar una solución. 

Hoy sabemos lo que nos está ocurriendo. Como comentaba líneas más arriba hoy disponemos de herramientas mucha más eficaces que en la Roma de los Antoninos o en el Medievo:  

Conocemos el agente causal, el mecanismo de transmisión, podemos identificar a los portadores, aislar a los enfermos. Disponemos de una asistencia sanitaria potente y capaz.  

Encontraremos una solución: llámese vacuna o tratamiento eficaz. Mientras tanto es nuestra responsabilidad seguir las recomendaciones de los expertos y no exponerse innecesariamente. Ello redundará en beneficio de que el sistema de atención sanitaria no colapse y la economía no entre en quiebra. 


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