Virus, bacterias, las mascarilla y el Covid 19


¿Que relación existe entre estos cuatro elementos, aparentemente tan dispares, como las bacterias, la mascarilla, los virus y el Covid? Veamos.

Desde marzo de 2020 en todo el planeta hemos vivido una psicosis de desinfección. La razón es de todos conocida: La pandemia provocada por el Covid. Los primeros meses fueron terribles. Los médicos no encontrábamos con un virus nuevo que provocaba una enfermedad desconocida hasta el momento. Poco a poco a base de errores y aciertos la comunidad científica fue aprendiendo, detectando síntomas precoces, identificando factores de riesgo, datos que indicaban que el tratamiento más adecuado podían ser los corticoides, un medicamento contraindicado en las enfermedades virales. O que determinados fármacos mejoraban la evolución de los pacientes. Las autoridades y las personas se volvieron paranoicas con la desinfección. Se fumigaban las calles, los bancos públicos, las aceras, se desinfectaban los vehículos al entrar en determinadas poblaciones. Se acudía a los supermercados con guantes y después en casa se limpiaban bolsas, botellas, paquetes con tanta escrupulosidad como lo haría un cirujano dispuesto a intervenir a un paciente.

Hoy sabemos que ese comportamiento era estúpido, inútil. La Covid se transmite por aerososles y por vía respiratoria. La posibilidad de transmisión a través de superficies es ínfima o igual a cero. Fumigar calles, plazas, bancos, la limpieza obsesiva de bolsas, botellas fue un comportamiento sin ninguna base científica y sin duda perjudicial para el medio ambiente y para cantidad de microorganismo necesarios para la biodiversidad.

Todo ello viene a propósito porque a finales del XIX y comienzos del XX Pasteur demuestra que el origen de muchas enfermedades infecciosas están provocadas por bacterias. Anteriormente pioneros como Semmelweis, Líster o el propio Pasteur demostraron la eficacia de la limpieza de manos y el aseo personal y público en la disminución de las enfermedades infecto-contagiosas. Koch y otros que el tratamiento de las aguas de consumo humano y la canalización de las aguas residuales se traduce en una disminución exponencial de enfermedades como la fiebre tifoidea o el cólera.

Este pensamiento científico se muestra tan eficaz que antes que se descubriera ningún medicamento curativo contra la tuberculosis, la difteria, la fiebre tifoidea, o el cólera dichas enfermedades comienzan a disminuir espectacularmente y las expectativas de vida a principios de siglo comienzan a subir. A comienzos del siglo XX en Estados Unidos, morían unas 500 personas por cada 100.000 habitantes por enfermedades infecciosas. Veinte años más tarde esa cifras se había reducido a la mitad.

Entre los años treinta y cicuenta del siglo pasado la mejor bacteria es la bacteria muerta y todo debe encontrarse extremadamente limpio. Y es aquí cuando en el mundo occidental comienzan a adquirirse unos hábitos de limpieza extrema cuando misteriosamente comienza a aparecer enfermedades hasta entonces casi desconocidas, alergias, diabetes, enfermedades autoinmunes como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn, autismo, obesidad, hipertensión, depresión. Algunos atribuyen todas estas enfermedades a la sociedad de la opulencia. Otros a que se vive más.

Algunos científicos y algunos trabajos de epidemiología comenzaron a relacionar la excesiva limpieza estadísticamente con un aumento exponencial de estas enfermedades. Y este fenómeno se observa en aquellos países que como España nos hemos incorporado tardíamente al pelotón de los ricos. Y ahí es donde intervienen las bacterias y la microbiota que ayudan a nuestro sistema inmune a permanecer atento. En resumen una limpieza obsesiva puede ser tan perjudicial como la falta de ella. De ahí la critica a nuestro comportamiento al comienzo de la pandemia. Las bacterias, los virus son necesario y sirven para que nuestro sistema inmune esté alerta y aprenda a dar una respuesta adecuada. Este aprendizaje se realiza en los primeros años de nuestra vida. Así que es muy posible que la generación Covid, aquellos que nacieron durante la pandemia o tenían pocos años cuando se inició, desarrollen con el paso de los años una respuesta inmune anómala o incompleta. Su entorno ha permanecido demasiado estéril, mascarillas, desinfección, distanciamiento social.

En conclusión, algunos pueden pensar que vivir sin gravedad nos haría más fuertes o que la paloma volaría más alto sin el aire. La gravedad confiere fuerza y resistencia a nuestro huesos y músculos
y el aire permite volar a la paloma. La obsesión por eliminar gérmenes, bacterias y virus puede convertirse en un comportamiento peligroso para la futura salud nuestra y de nuestros hijos.

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