Lo que un día fueron etiquetadas como “Teorías conspiratorias” son ahora hechos que se discuten abiertamente y se aceptan como verdad”

Introducción al Informe preliminar de International Crisis Summit 4 Bucharest 18-19 Nov 2023


Estado de Miedo

    Este es el título de una divertida e interesante novela de Michael Cricthon (1). Pero no es mi intención hablar de ella. La menciono porque los personajes viven una situación de tremenda tensión y peligro de ahí su título. 

    Algo similar ocurrió durante la pandemia de Marzo de 2020. En  situaciones conflictivas los ciudadanos demandan liderazgos fuertes y firmes. Gente con las ideas claras que mantenga la cabeza fría. Pero los políticos son grandes simuladores y no todos están preparados para enfrentarse a una crisis inesperada y sin precedentes. Es por ello que existen consultores y expertos. Sin embargo ¿alguien puede ser experto en una situación que no se ha vivido nunca en esa generación?

    Hubo pandemias a lo largo de la historia de la humanidad en la Grecia clásica, en Roma, en la Edad Media en Europa, la terrible peste negra. Y lo más parecido a nuestra actual pandemia la gripe de 1918 que causó cerca de 20 millones de muertes o tal vez treinta ¿quien puede estar seguro con semejantes cifras? 

    Todo esto viene a propósito de las lecciones que debemos aprender de cómo nos enfrentamos a la Covid 19. La experiencia nos enseña que si sabemos afrontar nuestros fracasos, tomar nota y analizarlos con una mente fría y objetiva podemos sacar conclusiones muy útiles para corregir  errores. No se trata de echar la culpa a los políticos o a determinado partido, sino de tener un pensamiento pragmático, analizar los datos, las decisiones que se han tomado y los resultados. En el capítulo 7 del libro de “La muerte de la ciencia” de Paul Goddard2 y otros, se explica como se dieron consignas y se trazaron estrategias de tratamiento obviando la experiencia de los médicos y los tratados de medicina3. 
Si realizamos un buen análisis en la próxima crisis utilizaremos nuestras herramientas de la mejor manera posible con resultados más brillantes. 

    No tengo noticias de que en España ningún colegio médico o asociación profesional, farmacéutica, o cultural esté llevando a cabo un estudio, análisis o investigación objetiva sobre el comportamiento de nuestras instituciones durante la pandemia.

    Si no sabemos qué hicimos mal y donde nos equivocamos volveremos a cometer los mismos errores.
Un grupo de expertos se reunió en Roma en 2021, en Marsella en 2022, en Bruselas en 2023 y en Bucharest en Noviembre del mismo año (4). En esas reuniones solo hubo entre los ponente un español.
Tengo noticias de que tanto en Estados Unidos como en Reino Unido se está realizando por senadores, miembros del Parlamento británico, instituciones, por personas independientes trabajos y estudios sobre la pandemia, como se reaccionó en diferentes estados de américa, de Europa y se han  comparado actuaciones y resultados.  
Estos estudios en general suelen clasificarse en dos grupos los que cuestionan el paradigma oficial y los que lo refuerzan. No estoy refiriéndome a influencer, youtuber o periodistas sino a científicos o profesionales con formación en el mundo de las estadísticas o la biología. 

    La mayoría de las personas  con las que he hablado tienden a alinearse en uno de estos grupos.
La ciencia, el conocimiento humano desde los griegos pasando por la ilustración ha progresado gracias a que personas como Copérnico, Galileo cuestionaron la verdad oficial. 
Poner en tela de juicio el paradigma oficial siempre es difícil. Oponerse a la corriente principal tiene sus peajes. Así que muchos de ellos son marginados y etiquetados rapidamente como antivacunas, conspiranoicos. 

    Personajes de la talla científica de Robert Malone, uno de los primeros en trabajar con la tecnología mRNA, sufrió una campaña feroz cuando cuestionó a la seguridad de las vacunas. 
Durante los primeros meses de la pandemia, fuí un abanderado de los confinamientos y de las vacunas, entonces todavía en fase de experimentación. Los médicos ante un enfermo contagioso lo primero que hacemos es aislarlo. Así se hizo con los leprosos desde que tenemos registros, así se hizo con la peste, los tuberculosos, la fiebre tifoidea, hasta que llegó el sida.
    Sin embargo en octubre de 2020 sonó la primera señal de alerta: el Informe Barrington (5). Este informe los firmaban tres científicos de enorme prestigio Martin Kulldorff, profesor en la Universidad de Harvard, epidemiólogo, Sunetra Gupta, profesora en la Universidad de Oxford, inmunóloga y experta en el desarrollo de vacunas, Jay Bhattacharya, profesor en la Universidad de Stanford y experto en salud pública. Este informe ha sido rubricado por más de 47 mil médicos en ejercicio, 16 mil  expertos en Salud Pública y más de 800 mil ciudadanos. 
En esencia cuestionaba las políticas de confinamiento, mascarillas y aislamiento practicadas hasta ese momento. El informe fue ignorado y silenciado por la mayoría de medios de comunicación públicos o privados. Solo el Wall Street Journal le dio cobertura. 
Las vacunas todavía estaban por salir.

    Y a pesar del confinamiento, las mascarillas y la distancia social se siguieron produciendo ola tras ola durante todo el 20 y parte del 21. 
Después de dos años de pandemia y cuando las vacunas ya llevaban un año en marcha comenzaron a surgir una serie de datos y trabajos que cuestionaban la seguridad  y su eficacia.  
Hoy disponemos de una montaña de datos oficiales publicados por organismos públicos en diferentes países. 
    Un estudio detallado y minucioso de esos datos puede arrojar luz y conocimiento sobre lo que se hizo bien, lo que se hizo mal y lo que no tuvo ningún efecto positivo sobre la salud pero pudo ser devastador para la economía, para la salud mental de millones de personas y para el desarrollo de nuestros hijos o nietos.

    ¿Fue realmente necesario el confinamiento tan estricto? Sabemos que el TC lo declaró inconstitucional y hasta la fecha nadie ha pedido una disculpa ni se ha producido una dimisión.
Han sido realmente efectivas las vacunas. La verdad oficial es de todos conocidas: salvaron muchas vidas. ¿Pero es cierto? ¿Hay datos reales que apoyen esa teoría? Los datos reales la contradicen.

    La vacuna de la peste porcina se retiró del mercado en 2009 porque producía un efecto adverso cada 35.000 vacunados. La vacuna contra el Rotavirus se retiró porque provocaba un efecto adverso grave cada 10.000 vacunados. ¿Cuantos efectos adversos provocan las vacunas contra la Covid19?¿Conoce esa cifra el lector?¿La ha leído o escuchado en la prensa, radio o televisión?
La vacuna provoca, y esto es un dato oficial, un efecto adverso cada 800 (6) vacunados y sigue en el mercado y las agencias de salud siguen recomendándola.
El coronavirus Covid19 tiene una tasa de mortalidad en la población en general del 1% (7) Y la edad media de los pacientes fallecidos por Covid19 en España, ¿se la imagina el lector?, ¡82 años! La misma que los fallecidos en Reino Unido 82 años. Son datos del Instituto Nacional de Estadística verificable en internet. 

    Las expectativas de vida para un varón en España es de 80 años. En conclusión estamos utilizando una vacuna que no evita contraer la enfermedad que tan solo nos protege, según el laboratorio que la comercializa, de la enfermedad grave, que no evita la transmisión y que produce un efecto adverso grave cada 800 vacunados. ¿Tiene sentido?¿Quien está interpretando los datos está realizando una lectura correcta?

    Hoy sabemos que los vacunados albergan virus del Covid 19 en su mucosa, fosas nasales y vías respiratorias que no son neutralizados por su sistema inmunológico puesto que las vacunas no inducen la respuesta de los IgA, un tipo de anticuerpos, que sí es provocada por la infección natural.
Es decir son portadores de virus y pueden contagiar y este punto se ocultó.
En medicina hay una norma básica que afirma “primun non nocere” que significa: “nuestro primer objetivo es no causar daño” 
    ¿No estamos vulnerando ese principio cuando vacunamos a millones de personas y sabemos que una de cada ochocientas presentará un efecto adverso grave que la conducirá al Hospital?
Andrew Bridgen, parlamentario del partido conservador británico, señaló en una intervención en Enero 2024, en una comisión en el Parlamento Británico algunos de estos puntos y señaló de manera pública y notoria que la farmacéuticas se están negando a facilitar los datos que poseen sobre las vacunas que ellas mismas fabrican.

    La doctora Clare Craig, autora del libro Expired (8), que podríamos traducir por “Caducado”, reputada patóloga, afirma que durante la primera ola con la cepa alfa se contagió el 10% de la población, la misma proporción que se contagió con la variante delta y más tarde con la omicrón, cuando la vacuna ya estaba operativa. Es decir la vacuna no influyó ni en el número de contagios ni en su gravedad. Fue el cambio en la variante, el virus se hizo menos agresivo,  lo que hizo que la mortalidad disminuyera. 
Si todos estos argumentos no le parecen al lector suficientes para cuestionar no solo las vacunas y su eficacia, los confinamientos y las mascarillas convendría  señalar un punto que se ha mencionado en los medios de comunicación de pasada pero en España nadie parece prestarle la menor atención: El exceso de mortalidad.

    En España han muerto por Covid19, desde Marzo del 2020 hasta diciembre de 2022, 146.619 personas  (datos oficiales del INE). Cada año se ha producido un exceso de mortalidad que no se ha visto reducido al año siguiente tal y como el sentido común exigiría. Si cada año mueren personas mayores ya hemos visto que la media de fallecidos por Covid está en 82 años, lo esperado es que de forma espontánea y natural vaya disminuyendo el exceso de mortalidad, ya que la población diana, los mayores de 80 años, está disminuyendo. Pero no ocurre así. 

    En 2022, tercer año de la pandemia, con un 80% de la población vacunada, se produjo un exceso de mortalidad de un 3%, datos del INE. Es decir se produjeron 13 673 muertes más que el año anterior. Dato que contradice la más elemental lógica. Si las vacunas son efectivas debería morir menos gente no más. Si además la población diana, como hemos señalado antes, disminuye, ese exceso de muertes no esperadas solo pueden ser atribuidas a un factor nuevo. Y el único factor nuevo introducido en estos años aparte del virus han sido las vacunas.

    Pero además las enfermedades mentales y de comportamiento como causa de muerte aumentaron en un 10% y las causas externas, accidentes y suicidios, en otro 10% con respecto a otros años.
¿Alguien duda de que ese exceso de muertes por enfermedades mentales o suicidios no ha tenido ninguna relación con los confinamientos, las restricciones o la distancia social?
    ¿Alguien ha comparado nuestras estadísticas con las de Suecia donde las medidas de aislamiento no fueron tan estrictas y no se forzó una vacunación masiva incluso vacunando a niños donde la mortalidad es del ¡CERO%!? El caso de Islandia resulta especialmente significativo. Antes de que se introdujera la vacuna entre los niños Islandeses, 60000, no hubo ni un solo fallecimiento por  Covid. Cuando se introdujo el programa de vacunación se produjeron 100 efectos adversos documentados, 11 de los cuales precisaron atención hospitalaria (9).

    El exceso de mortalidad en España durante el primer año de la pandemia, 2020, en que la restricciones fueron muy estrictas fue del 17,3% y en Suecia donde no hubo apenas restricciones del 8,5%10 (figura 1) Idéntico fenómeno se produjo en otros países donde las restricciones no fueron tan duras.

    Durante la ilustración las sociedades occidentales dejaron atrás el pensamiento mágico y las creencias sustituyéndolas por el pensamiento crítico y la razón. 
Sin embargo una era oscura parece cernirse sobre nosotros donde lo importante es el “consenso”, lo políticamente correcto, el pensamiento líquido y lo “woke” Los sociedades abiertas y dinámicas estimulan la polémica y el debate. El autor lamenta que en España haya permanecido la polémica tan oscurecida para los medios de comunicación,  ninguna institución, ningún diputado o senador ha cuestionado o estimulado un debate sobre la verdad oficial. Esto muestra, para nuestra desgracia,  una sociedad sin reflejos y con escaso interés por el conocimiento.


Bibliografía:
1.- Estado de Miedo. Michael Crichton. Debolsillo. 2006
2.- Paul R. Goddard et al. The Death of Sciencie. Clinical Press Ltd. Paperback. Enero 2024
3.- Davidson S, and MacLeod J. Principles and Practice of Medicine. Churchill and Livingstone 1972. página 429 (sobre el uso de los corticoides en las neumonías)
4.- International Covid Summit I, II, III, IV.
5.-www.gbdeclaration.org  
6.- htps://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/1131409/appendix-1-of-jcvi-stamentt-on-2023-covid-19-vaccination-programme-8-november-2022
7.- Análisis de las tasas de letalidad de la infección por SARS-CoV-2 en las comunidades autónomas de España. V. Martín-Sánchez, et al. Semergen 2020; 46(S1):12-19
8.- Clare Craig. Expired. Publishing Aloud Ltd. 2023
9.- Paul R. Goddard et al. Ibidem. Enero 2024. página 212
10.-Our World in data. https://ourworldindata.org/covid-deaths

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