El tocino y la velocidad


No parece una buena idea comparar el tocino con la velocidad o situar, en una empresa, a los proveedores y a los trabajadores en el mismo archivo. Sabemos que las etiquetas,  las categorías nos sirven para agrupar conceptos y poner orden. Lo hacemos a diario en nuestra vida cotidiana en la cocina, en el cuarto de baño, en nuestro despacho. 

¿Por qué en la Sanidad no se aplica la misma lógica? Me explicaré, desde hace casi 150 años sabemos que la asistencia sanitaria, atender a los enfermos, diagnosticarlos y poner remedio a sus enfermedades consume mucho trabajo y muchos recursos. 

También que hay un campo que denominamos Salud Pública. Este concepto nació a principios del xix por los trabajos e informes de Black y Chadwick (1), publicados en 1842 sobre las condiciones sanitarias de las clases trabajadoras y ponían de manifiesto que existían diferencias importantes por factores ambientales y personales así como de accesibilidad a los servicios sanitarios.  Thomas McKeown (2) ya en el siglo xx demostró que la explosión demográfica ocurrida en el xix y parte del xx se debió no a los avances de la medicina asistencial sino a la prevención, vacunas, limpieza, condiciones sociosanitarias. Ivan Ilich (3) en su libro Némesis Médica, insistió en este punto. Mostró que los grandes avances de la medicina, antibióticos, cirugía, métodos avanzados de diagnóstico habían incidido de manera escasa en la mejoría de las expectativas de vida. Los grandes logros se alcanzaron gracias a medidas tan sencillas como la limpieza, mejoras en la canalización de aguas, reconocimientos médicos escolares, condiciones de vida más saludables, casas bien ventiladas con baños y retretes y la educación sanitaria, 

Sirva como ejemplo lo que Dra Baker a comienzos del xx realizó en el Departamento de Salud pública de Nueva York.

En 1908 en la ciudad se producían ¡1,500! muertes de niños semanalmente en la época de verano. La mortalidad infantil en aquellos años era dramática. Convenció a su jefe, el Dr Bensel, para que un grupo de enfermeras visitara de manera regular a las madres recién paridas. Se centraron en uno de los barrios más pobres. Les mostrarían cómo debían cambiar y lavar a sus bebes, darles leche materna, mantenerlos en sitios bien ventilados. Las madres, la mayoría de ellas italianas, se sentían halagas de que el Departamento de Salud se preocupara por ellas, así que colaboraron de manera admirable. Cuando terminó el programa evaluaron las estadísticas y comprobaron que había conseguido salvar a 1,200 niños. 

Con este ejemplo la Dra Baker demostró al Departamento de Salud y al mundo entero que pequeñas intervenciones basadas en principios científicos pueden salvar vidas. Antes ya lo había demostrado Semmelweis o Líster. 

En España, desde 1986, en virtud de la Ley General de Sanidad (4) la Salud Pública, es decir la prevención, queda integrada dentro del Sistema. Y esta prevención la realizan, en la mayoría de los casos,  los mismos profesionales que prestan la asistencia sanitaria. Ello tiene algunas ventajas pero muchos inconvenientes. Estos profesionales están ya bastante sobrecargados de tareas por lo que añadirles un carga más no parece razonable. En no pocas ocasiones la prevención requiere una formación específica y un enfoque diferente. Por otra parte cualquier programa de prevención requiere unos objetivos concretos,  un seguimiento y un análisis de resultados. Aspectos estos que no siempre la Atención Primaria o Especializada realiza.

Todo ello viene a cuento por el fallo monumental en el programa de Cribado del Cáncer de mama del SAS. Ha dimitido la consejera de Sanidad y el jefe de Radiología. La primera es un cargo político pero el segundo es un cargo profesional con una función asistencial. Debía realizar sus tareas habituales como jefe de servicio y médico y mantener un ojo en el programa de Cribado.  Como ha demostrado la realidad demasiada carga para una sola persona.

La lección que hay que sacar es meridianamente clara:

1.- En mi opinión la actividad asistencial y la prevención (Salud Pública, cribados) deben operar de manera independiente y no mezclarlos, Recuerde, ¡el tocino y la velocidad!. 

2.- Los programas de cribado tienen que tener una base científica bien documentada, un presupuesto propio, un seguimiento y publicar un informe de resultados de forma periódica. 

El error es consustancial al ser humano. Nos equivocamos constantemente. Por ello la aviación civil establece controles redundantes y sistemas de chequeo periódico. Por ello el cirujano cuando interviene a un paciente cuenta el número de las gasas que han utilizado y el número de gasas que han recuperado al finalizar la intervención. 

Los sistemas de cribado no son inofensivos.  Por una parte, crean en los usuarios del programa una sensación de seguridad y protección. Por otra no son baratos, cuestan mucho dinero al contribuyente. Así pues no tiene nada de extraño que cuando los ciudadanos descubren que se han producido un número importante de tumores que el sistema ignoró surja el enfado y la sensación de que no se han hecho bien las cosas. No saltaron las alarmas, nadie avisó a las mujeres que tenía lesiones sospechosas o altamente sospechosas.

Es necesario establecer un sistema de control de resultados. Cualquier programa de cribado debería pasar periódicamente una evaluación, como la que se supone pasan los aviones después de un número determinado de horas de vuelo. Y sobre todo es necesario que no se mezclen "churras con merinas", el tocino con la velocidad. La prevención es algo muy serio para tomárselo a la ligera.


Bibliografía

1.-Chadwick, E. The sanitary Condition fo the Labouring Population of Great Britain. (1842) Republicado en 1965 por Edinburgh University Press.

2.-McKeown, Thomas. The Modern Rise of Population. London: Edward Arnold, 1976

3.-Ilich, Ivan. Némesis Médica. Barral Editores, Barcelona, 1975

4.-https://www.boe.es/eli/es/l/1986/04/25/14/con

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